viernes, junio 03, 2011

Y volver a volver a empezar a volver a empezar...

Aunque ya llevo un año y medio por estos antiguos rumbos y ya mucho, mucho sin publicar, hasta ahora recogí este pedazo de papel virtual. Ha habido bastantes cambios, como bien debe corresponder. La tilde se le cayó a sólo (¡Oh! ¿Ahora cómo vamos a diferenciarlo del solo?) y a la Academia se le aguó el whisky y ahora será güisqui (¡Oh! ¿Qué beberemos los puristas?).

En los cerca de cuatro años que dejé de lado mi activa participación en este universo paralelo (y a veces para lelos), la evolución en los medios electrónicos fue exponencial y cabe el adjetivo, brutal. De simple "muro" donde poner las fotos en las que las niñas ostentan su felicidad -en forma de "apercuellón" al novio de turno o de cuanta gracia hagan los vástagos, si los hay-y los niños sus capacidad para resistir las parrandas - abrazo con infaltable vaso de alcohol en la mano a la más buenona de la fiesta-, el "carelibro" se transformó en escenario casi exclusivo de intercambio social y profesional. El otro medio, por su parte, de fuente constante de breves noticiosas de algunos medios pasó a ser espacio de "microblogging" para que cuanto desocupado con síndrome de grandeza trate de acaparar el mayor número de seguidores y sorpenda con comentarios -o trinos- estúpidos en tiempo real.

Este ejercicio de los blogs tiene un componente narcisista bastante grande. Es como tirar una piedra al mar esperando a salpicar a la mayor cantidad de personas, creyendo que el centro del mundo, como reza un cuento infantil español y varias leyendas apócrifas de sabios, está justo debajo de mis (tus, sus, nuestros, vuestros, sus) pies. La web 2.0 me llegó tarde y no la entendí o/y no la quiero entender: me niego a compartir mi vida privada por la red social y no veo que tanta sabiduría puede brotar constantemente para que tenga que "trinar" como expresidente con añoranza de poder. Pero acá estoy. De hecho, son muchos los caídos en estos mismos medios. Si no hubiera sido por la nostalgia que me llevó a visitar varios de los blogs de amigos que empezaron casi al tiempo con el suscrito y que se quedaron, como este mismo, varados en el ciber-espacio-temporal pidiendo a gritos un empujón que sirva de paso para quitar las telarañas de los dedos, no me hubiese decidido a retomarlo.

Evidentemente en mi vida también hubo cambios, grandes. Poco a poco los iré sacando. Ya no sé que tono va a resultar de esta nueva etapa, si retomará el que se leía antes o si esta acumulación de cosas entre frontal y occipital dará otros frutos. Ya se verá. Por ahora y como dije al inicio, estoy de vuelta -físicamente esta vez, no figurativamente como en la primera entrada- en la tierra del Sagrado Corazón.

Aunque lo ampliaré luego, me mamé de andar por tierras galas. Tal vez lo más duro de ser migrante es sentirse despreciado y excluido en tierra ajena, sabiendo que acá mal que bien se da valor a lo que uno es, fue durante un tiempo o por lo menos, lo que se cree ser. Dándole una vuelta al viejo adagio de "es mejor ser cabeza de ratón que cola de león" yo digo en voz alta: Prefiero ser un hijueputa pobre a un pobre hijueputa.

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