jueves, julio 21, 2011

El placer de ver fútbol... en las cadenas nacionales.

Por obvias razones durante años no pude seguir los partidos de fútbol por la televisión colombiana, y a partir del retorno los evitaba. Es fácil cuando no hay de por medio un evento mayor que sea transmitido en exclusividad por los canales nacionales, porque algunos otros eventos internacionales –la UEFA, la Champions League o el mundial- también son emitidos por las cadenas especializadas con otros parámetros ajenos… diferentes, si me perdonan el eufemismo.

Entonces llegó la Copa América.

La culpa debe ser de la baja cobertura que tuvo la televisión en sus inicios y por supuesto, la dependencia del radio, esa caja que narraba con pelos y señales todo lo que el oyente necesitaba para hacerse una imagen del evento o la ficción que se emitía. Razón tiene la explicación que los diálogos rebuscados y descriptivos de las novelas buscaban emular los que se escribían para las radionovelas para que las televidentes pudieran seguir todo el hilo dramático sin necesidad de tener que permanecer atentas a la pantalla. Dicho más escuetamente, para que pudieran seguir haciendo oficio con el televisor a todo volumen.

Deduzco que lo mismo sucedió con las transmisiones deportivas. Recuerdo en la época de las tres cadenas, que para los partidos importantes, que eran los que merecían la trasmisión en vivo, se le bajaba el volumen al televisor mientras se acercaban los “parlantes” del equipo de sonido con la narración de alguna cadena radial. Los narradores televisivos se consideraban sosos; necesitábamos que nos dijeran qué estábamos mirando.

Había un comentarista del que solo recuerdo uno de sus apellidos, Salcedo, y que presentaba y narraba algunos partidos del campeonato alemán que eran retransmitidos por la “Transtel” en horarios impensables –seguramente para llenar huecos de programación-. El tipo en lugar de contar paso a paso el desarrollo de la acción en la cancha partía en disquisiciones en los que comparaba a los futbolistas con guerreros épicos, o las jugadas con imágenes con un algún grado de poesía como la “de las castañas cuando caen en otoño”, incluso obviando las ocasiones en que se marcaban los goles.

A mediados de los 80 las programadoras, que son las mismas propietarias de las principales cadenas radiales y ahora de los canales privados, unieron los dos medios en un experimento fatal: llevaron a la televisión a los narradores y comentaristas de la radio. A partir de ahí comenzó una espiral en la que uno tras otro, los comentaristas sueltan unas bestialidades, torciéndole el cuello al español, inventando palabras, aullando frente a los goles y jugando en las fronteras de la lógica.

En esta Copa empecé sufriéndolos, pero luego, la verdad, sigo atentamente su estilo y sus comentarios, lo que le da doble diversión a la "pasión del fútbol". Fue muy entretenido el primer tiempo del choque entre la selección uruguaya y la chilena. Un problema técnico cortó la transmisión del sonido que acompañaba a las imágenes, así alguien trató de improvisar desde el estudio: el resultado fue un completo desastre de silencios y desatinos de tipo "toma el balón el jugador del equipo (silencio)” (…) “la recibe el jugador número (silencio)”. El tipo callado hubiera narrado mejor.

He aquí otras de las joyas:

“Se presenta una jugada polémica sin ninguna discusión” (¿al fin qué?)

“A los técnicos no les gusta enfrentarse ante estos jugadores temerosos” (Hasta yo no daba crédito a mis oídos; y entonces frente el silencio atónito de sus compañeros de set, procedió a explicarse) “prefieren los equipos formados que a estos que arriesgan (...)”. Quedé peor, pero entendí -por oposición- que se refería a temerarios, ¡¡jugadores temerarios!!

“Es un jugador con repentización” (No sé si es que son músicos o grandes oradores, pero me imagino que por lo menos deben improvisar con el balón).

¡Ah, cómo extraño al señor de apellido Salcedo y a sus castañas cuando caen!

sábado, junio 11, 2011

"Los caballeros las prefieren brutas" o "el que inocentemente peca, inocentemente se condena"

El primero es el comentario sarcástico y no poco falto de veneno que circula por las redes sociales y las páginas electrónicas de los diarios a propósito de la comparición ante los estrados judiciales de la modelo, actriz y exreina de belleza (mamasita total) Valerie Domínguez dentro del proceso por la irregular adjudicación y apropiación de recursos destinados al programa AIS (Agro Ingreso Seguro), programa diseñado para ayudar a productores agropecuarios de escasos recursos, pero del que fueron beneficiarios prestantes familias y agroindustriales en Colombia.

De este asunto en particular bastante se ha escrito. Un breve recuento sería: muchacho prestante y finquero levanta modelo, actriz y exreina de belleza (mamasita total) de su misma alcurnia a la que le pide que le ayude presentando falsos contratos de arrendamiento de parte de una hacienda familiar para así poder acceder de forma múltiple al programa y a los recursos estatales prometidos… Esto me hace recordar la anécdota de un amigo que durante su servicio militar se burlaba de un cabo que en la formación matutina daba parte a su superior así: " Mi teniente, con la novedad que no hay novedad".

Si la protagonista modelo, actriz y exreina de belleza (mamasita total) no hubiese tenido la figuración pública que tiene –especialmente la de ser protagonista de la teleserie que da título a esta entrada, basada en el best-seller para peluquerías homónimo-, pues la cosa sería algo que se podría considerar normal (ojo, desde el concepto estadístico de la "normalidad" donde μ=0 y σ=1). Ya bien lo decía profética y apocalípticamente mi profesor de ‘Planeación y evaluación de proyectos’: “más vale una mala cédula que un buen proyecto”. Analicemos la frase: si el muchacho prestante y finquero le pidió ese “favor" a la modelo, actriz y exreina de belleza (mamasita total) es porque muy seguramente no era la primera vez. Muy seguramente le habrá dicho "tranquila (mami, mi amor, reinita), que eso no pasa nada”. Lo que ha dejado de ser normal es que se haga público y que se persiga esas actuaciones ilegales.

Yo no dudo de la inteligencia o ingenuidad de la modelo, actriz y exreina de belleza (mamasita total) que como empresaria debe saber que si presentase un documento falseado en el que presuntamente arrienda parte de su negocio de joyas para obtener recursos adicionales, la cosa no sería totalmente derecha. Las responsabilidades por sus actuaciones -legales, que de las novelas y pasarelas no es el caso- las define la justicia.

Uno de los secretos a voces de la financiación del sector agropecuario es que aquellos que tienen suficiente información del funcionamiento de los diferentes programas se valen de toda clase de artimañas para ser beneficiarios; otro es que si lo hacen es porque "saben” que van a serlo –ir a la fija-, ¿cómo? Porque -y acá se reúnen esos dos mundos- al igual que la justificación de las monarquías europeas que por esas nostalgias transformamos en reinados de belleza, les asiste el derecho natural a que las cosas sean así: si yo financio en parte alguna campaña o te apoyo políticamente, pues es normal que me pegues un empujoncito con el trámite aquel.

Los que defienden esas actuaciones sostienen que son esos probos empresarios los que jalonan el desarrollo del campo; la cosa no es por ahí: si son tan buenos empresarios, ¿por qué se postulan a programas no reembolsables de dineros públicos dirigidos a los menos favorecidos?

Siguiendo esa lógica, ¿Será que la familia Dávila también está en los listados del SISBEN y en el programa de subsidios de “Familias en Acción”?

La cosa no ha acabado y acá se seguirá dando leña.

Homenaje a Santos Discépolo

Que una obra se gane el título de maestra es porque su sentido trasciende tanto en lo espacial como en lo temporal.

Con todos estos escándalos que se han destapado en Colombia en los últimos meses me retumba en la cabeza ese lujo de retrato universal que hizo el argentino Santos Discépolo en la década de los 30 del siglo pasado y que no ha perdido ni pinta de actualidad.

Tan sólo léanlo y escúchenlo con un diario a la mano y no necesitarán de un diccionario lunfardo-español o consultar las múltiples fuentes que lo explican para, simplemente cambiando a los personajes que nombra el autor, reconocer esta época corrupta y ladrona que atravesamos.

Una coda: El nombre de la exdirectora del DAS -exiliada en Panamá, acusada en el escándalo de las interceptaciones ilegales y solicitada en extradición- es MARIA DEL PILAR HURTADO AFANADOR… Tomen cada uno de los sustantivos del apelativo (excepto el primero) y pásenlos por un diccionario; incluso métanle algo del lunfardo de abajo. El resultado es deliciosamente revelador.


CAMBALACHE (Enrique Santos Discépolo)

Que el mundo fue y será una porquería,
Ya lo sé;
En el quinientos seis
Y en el dos mil también;
Que siempre ha habido chorros,
Maquiavelos y estafaos,
Contentos y amargaos,
Valores y dublés,
Pero que el siglo veinte es un despliegue
De malda' insolente
Ya no hay quien lo niegue;
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en un mismo lodo, todos manoseaos.

Hoy resulta que es lo mismo
Ser derecho que traidor,
Ignorante, sabio, chorro,
Generoso, estafador.
Todo es igual; nada es mejor;
Lo mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos, ni escalafón;
Los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
Y otro roba en su ambición,
Da lo mismo que si es cura,
Colchonero, rey de bastos,
Caradura o polizón.

Que falta de respeto,
Que atropello a la razón;
Cualquiera es un señor,
Cualquiera es un ladrón.
Mezclaos con Stavisky,
Van don Bosco y la Mignón,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches
Se ha mezclao la vida,
Y herida por un sable sin remaches
Ves llorar la biblia contra un calefón.
Siglo veinte, cambalache
Problemático y febril;
El que no llora, no mama,
Y el que no afana es un gil.
Dale nomás, dale que vá,
Que allá en el horno nos vamo a encontrar.
No pienses más, echate a un lao,
Que a nadie importa si naciste honrao.
Que es lo mismo el que labura
Noche y día como un buey,
Que el que vive de los otros,
Que el que mata o el que cura
O está fuera de la ley.

viernes, junio 03, 2011

Y volver a volver a empezar a volver a empezar...

Aunque ya llevo un año y medio por estos antiguos rumbos y ya mucho, mucho sin publicar, hasta ahora recogí este pedazo de papel virtual. Ha habido bastantes cambios, como bien debe corresponder. La tilde se le cayó a sólo (¡Oh! ¿Ahora cómo vamos a diferenciarlo del solo?) y a la Academia se le aguó el whisky y ahora será güisqui (¡Oh! ¿Qué beberemos los puristas?).

En los cerca de cuatro años que dejé de lado mi activa participación en este universo paralelo (y a veces para lelos), la evolución en los medios electrónicos fue exponencial y cabe el adjetivo, brutal. De simple "muro" donde poner las fotos en las que las niñas ostentan su felicidad -en forma de "apercuellón" al novio de turno o de cuanta gracia hagan los vástagos, si los hay-y los niños sus capacidad para resistir las parrandas - abrazo con infaltable vaso de alcohol en la mano a la más buenona de la fiesta-, el "carelibro" se transformó en escenario casi exclusivo de intercambio social y profesional. El otro medio, por su parte, de fuente constante de breves noticiosas de algunos medios pasó a ser espacio de "microblogging" para que cuanto desocupado con síndrome de grandeza trate de acaparar el mayor número de seguidores y sorpenda con comentarios -o trinos- estúpidos en tiempo real.

Este ejercicio de los blogs tiene un componente narcisista bastante grande. Es como tirar una piedra al mar esperando a salpicar a la mayor cantidad de personas, creyendo que el centro del mundo, como reza un cuento infantil español y varias leyendas apócrifas de sabios, está justo debajo de mis (tus, sus, nuestros, vuestros, sus) pies. La web 2.0 me llegó tarde y no la entendí o/y no la quiero entender: me niego a compartir mi vida privada por la red social y no veo que tanta sabiduría puede brotar constantemente para que tenga que "trinar" como expresidente con añoranza de poder. Pero acá estoy. De hecho, son muchos los caídos en estos mismos medios. Si no hubiera sido por la nostalgia que me llevó a visitar varios de los blogs de amigos que empezaron casi al tiempo con el suscrito y que se quedaron, como este mismo, varados en el ciber-espacio-temporal pidiendo a gritos un empujón que sirva de paso para quitar las telarañas de los dedos, no me hubiese decidido a retomarlo.

Evidentemente en mi vida también hubo cambios, grandes. Poco a poco los iré sacando. Ya no sé que tono va a resultar de esta nueva etapa, si retomará el que se leía antes o si esta acumulación de cosas entre frontal y occipital dará otros frutos. Ya se verá. Por ahora y como dije al inicio, estoy de vuelta -físicamente esta vez, no figurativamente como en la primera entrada- en la tierra del Sagrado Corazón.

Aunque lo ampliaré luego, me mamé de andar por tierras galas. Tal vez lo más duro de ser migrante es sentirse despreciado y excluido en tierra ajena, sabiendo que acá mal que bien se da valor a lo que uno es, fue durante un tiempo o por lo menos, lo que se cree ser. Dándole una vuelta al viejo adagio de "es mejor ser cabeza de ratón que cola de león" yo digo en voz alta: Prefiero ser un hijueputa pobre a un pobre hijueputa.