viernes, enero 05, 2007

El Beso Francés


Dice la mitología urbano-moderna que Francia es el país del amor. La imagen es de muchas parejas abrazadas o ‘cogiditas’ de la mano dándose desprevenidos besos en medio de la multitud, a la imagen de la famosa fotografía de Doisneau “Le baiser de l´Hotel de Ville” (para que vean cómo son las cosas, la traducción en español sería un anti-romántico ‘El beso de la alcaldía’, que podría ser malinterpretado como un nuevo aumento del impuesto catastral). Ahora, ese mito es tan falso como la foto misma: al parecer muchas de las ‘espontáneas’ fotos del romántico fotógrafo en el romántico París eran simples montajes. Acá en la única parte donde todo el mundo se tira a los brazos del otro y se deja conducir extasiado a las mieles de Eros en un primer encuentro es en las pantallas de las películas francesas (cada vez más malas y más insulsas; lo único que las salva es la teta que nunca falta).

Al parecer, el mito se alimenta en un primer momento de la costumbre de “la bise”. La bise es el doble beso en la mejilla que se da al saludar a una persona –generalmente de sexo femenino- así esta sea la primera vez que se le vea. La impresión que uno se lleva al aterrizar en territorio galo resulta dividida según el físico de la nueva conocida: Si es bella, uno está en el paraíso y por obviedad se hace énfasis en el ósculo. Nunca se descarta un accidental resbalón hacia la boca, lo que resulta en el bien conocido “beso andeneado” tan práctico en la adolescencia para buscar el esquivo “rumbeo”. Ahora bien, si la sujeta en frente es fea como perro de taller, nos encontramos en uno de los primeros círculos del infierno y la reacción es de desviar la cara para hacer contacto con la mejilla.

Pues nada de eso. La bise, es tal vez el único contacto físico que se da entre dos franceses que no se tienen mucha, pero mucha, pero mucha, PERO MUCHA confianza y se acerca más al beso que se le da a la gorda fea que al de la angelical criatura. La ecuación es sencilla: a menor confianza o mayor respeto –entre más rancia sea la alcurnia del interlocutor-, menor contacto físico.

Mi primer beso francés lo recibí… de un argentino. Con poco tiempo de desembarco y ajeno a la idea que ese sublime momento pudiera ser también cosa de “machos”, me vi abrazado por un tipo que medía 1,90 y que me plantó sin agüero los dos besos con un musical “Chau, ché”. Me quedé paralizado por unos instantes, sintiendo que ese brutal abuso sexual había roto mi inocencia. Me sentí como el niño que corre hacia la mamá limpiándose el cachete mientras grita: “¡¡¡ese argentino de mierda me violó!!!”. Una vez superado el shock, procedí al psicoanálisis con mis amigos. Ellos no le pusieron la menor importancia al incidente, es más, para ellos lo que resultaba “raro” era que yo me estuviera quejando de tan poca y a la vez tanta cosa: el beso entre hombres no era sólo no mal visto, sino que indicaba un aprecio particular entre los mismos y una costumbre bastante extendida entre la gente del sur. Inclusive y pese a que todavía me ‘sentía sucio’, uno de ellos decidió a partir de ese momento saludarme y despedirse de… ¡beso!

Bueno, hasta aquí todo iba bien. Mi alma de macho latinoamericano se revolcaba cada vez que daba y recibía besos de amigos. La cosa se puso de para arriba cuando pasé el primer año nuevo. Si mi inocencia había sido ultrajada, ese día se fue pa’l carajo. A media noche además de la explosión de alegría y del saludo ritual de “Bonne année, bonne santé” hay que repartir besos a diestra y siniestra, sin distingo de tendencia política, raza, religión o sexo. Mientras poco a poco se acababan las mujeres presentes en la sala a quienes desearles el feliz año con besito, mi angustia se acrecentaba porque venía el ineluctable momento de cerrar los ojos y poner el cachete. Comprendí entonces la importancia de haberse bien afeitado y tuve pánico, calculando claramente que el contacto fuera mejilla con mejilla y ni por el putas dejarme “andenear”.

Es una de las cosas a las cuales no he podido decriptar, aunque entiendo claramente la carga emocional que tiene ese famoso beso. En Colombia las manifestaciones entre hombres no pasan de un amigable estrujón con el respectivo palmadón, a partir de cuya intensidad se mide el afecto que se tiene por el amigo. Besos entre hombres, si acaso con el papá y los hermanos… y eso. La verdad es que con tanto código social a veces no sé a quién de los hombres de la familia de mi esposa debo saludar con beso, y creo que incluso llegué a pasar un poco por engreído al haber dejado a uno que otro con la mejilla puesta y por maleducado al saludar con beso a una señora que me acababan de presentar. Opté simplemente por pararme frente a la persona y darle el espacio para que me estire ella, no yo, la mano o la trompa.

Finalmente decidí aplicar la filosofía del chiste: “en caso de violación, lo mejor es relajarse y disfrutar”.